Más que un locutor, debe ser un
amigo que inspire confianza y que con sus palabras nos tenga prendidos a la radio.
Ser locutor es cuestión de vocación, pues la voz no lo llega a ser todo cuando
no se posee ese don.
Enfrentar al miedo, al ridículo y
a los nervios es el reto por el que pasan los locutores quienes se inician en el quehacer radial, es aceptable que sientan
eso ya que también son personas .Lo
inaceptable seria dejarse ganar por aquel temor de hablar en radio .Se imagina
a un locutor con una voz temblorosa al hablar, sería muy aburrido,
automáticamente se cambiaría de emisora.
Un buen locutor tendrá que llenar
hasta el último rincón de su cuerpo de aire, para poder decir todo lo que
quiere decir. Y sobre todo para que no se note ni la mas mínima “traba” al hablar.
Sí que es un gran esfuerzo.
La radio siempre ha existido,
pero es el locutor quien ha podido conectarnos con ella. La radio no puede
hablar por si misma, empieza a tener vida cuando hay alguien que habla por ella
y se manifiesta de tal manera que haya un verdadero intercambio. Sin que el
locutor olvide que detrás de una cabina radial, hay una audiencia que lo espera
y está dispuesto a escucharlo.
Pensar en la audiencia y tornarse
como parte de ella, deberá ser una de las características principales con las
que el locutor trabaje.
¿Y la naturalidad? También es importante,
las personas no quieren escuchar a un locutor con una voz fingida, engalanada
ni discriminatoria. Desean que se les
incluya dentro de ese lenguaje radiofónico, es decir que se utilice un lenguaje
amigable, fácil de entender y sobretodo fresco.
Un locutor de oficio, es que se
olvida de sus problemas haciendo que el radioescucha no se de cuenta de su mal
estado de ánimo. Así el radiodifusor que
priorice a su audiencia por encima de todo, será un locutor de corazón y de espíritu.
Se necesita de personas que
dialoguen con la audiencia mas no que lean estrictamente una pauta o guion radiofónico. Se trata de hacer radio, de
hablar con el público e interactuar con él sin importar las barreras físicas de
la comunicación, la distancia.
Cabe resaltar que el radiodifusor
que no tenga claro lo que quiere decir o no entienda su propio mensaje, no deberá ni acercarse al micrófono, pues confundirá a todos con su
discurso.
Decir que un radialista tiene que
hacer su trabajo por vocación, no quiere
decir que puede salir a decir lo que a él le parezca, eso no tiene que confundirse.
Si bien es cierto la tarea del locutor es conectarse con el radioyente, eso no
quiere decir que hablara cualquier tontería y media. La locución también exige preparación,
las ganas no lo son todo y es que todo eso se aprende con la experiencia.
Para mencionar otra de las
facultades que acompañan al trabajo de un buen locutor, se dice que aquella
persona que tenga el valor para hablar en radio tendrá también que saber improvisar,
“no soltar la lengua así nomas “sino de seguir charlando con el público sin que
este pierda el interés.
Un buen locutor cautivara,
utilizando todos los recursos posibles que le permitan estar cada vez más cerca
de su público. Un locutor que tenga aquel objetivo trazado mantendrá miles de
personas a la espera de la transmisión de su programa .El radialista integral
propone algo diferente, lejos del trabajo que cumplen aquellos que viven
mecanizados en la radio.
¿Un locutor apasionado? Sí una
persona que viva la radio como suya.